Ir al contenido principal

Un abuelo que no ha envejecido


La empatía tiene mucho de virtud y algo de debilidad. Así en la vida diaria como en la literatura. Un narrador para poder ser empático necesita virtuosismo, pero también mostrar sus debilidades. Yo agradezco a los escritores que se arriesgan al permitir que el lector se asome a sus miserias emocionales. A mi juicio, uno de los que mejor lo hace es John Fante. Su alter ego, Arturo Bandini, es uno de los narradores más desvergonzados que conozco, y esto, por supuesto, es un elogio.
La desvergüenza es una virtud literaria porque el pudor le estorba al literato. Es verdad que es importante sugerirle explicaciones al lector, pero eso se puede hacer sin esconder o sin tenerle miedo a los sentimientos.
Yo no sé por qué le tengamos miedo a los sentimientos. Quizá tenga que ver con la educación o con la forma que la sociedad ha escogido para reprimir lo que sentimos. Parece que el mundo desea un mundo aséptico. Socialmente no se nos permite odiar fácilmente ni ser presumidos ni rogones, ni una variada cantidad de emociones egoístas, de las cuales no sé si alguien pueda salvarse.
John Fante creó en Arturo Bandini, un prototipo del escritor novel, un engreído sentimental, un exiliado de su familia, alguien que presume su primera publicación como si fuera una maravilla. Y me parece que, al menos para tipos como yo, cuando veo tales desplantes de egocentrismo, no se hacer más que identificarme dichosamente. He ahí el triunfo de un narrador empático.
La empatía no nos hace comprender las contradicciones de las personas. Simplemente nos hace asumirlas como ineludibles. La gente ama y odia al mismo tiempo. No nos podemos considerar buenos ni malos. Ni a nosotros mismos ni a los otros. Los personajes de Fante son así. Contradictorios, inexplicables y un tanto brutales. Para no provenir de un escritor ruso del XIX es impresionante la humanidad que tienen.
Pregúntale al polvo es también una novela de aprendizaje. Bandini aprende a fracasar con las mujeres, a sobrevivir sin un dólar, a malcomer y, sobre todo, a escribir, que es lo que importa para un escritor. Me recuerda a otras novelas de aprendizaje y malos días como Nada de Carmen Laforet, Hambre del Knut Hamsun. Y otras posteriores, porque otra rara virtud de Fante es que parece un escritor actual, como si fuera un abuelo al que no se le ha dado la gana envejecer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La última gran novela rusa

Probablemente la última gran novela rusa no la escribió un ruso ni tampoco Gómez de la Serna, sino un judío nacido en Ucrania que escribió en alemán, Joseph Roth. La obra a la que me refiero es Confesión de un asesino . La novela en el fondo no es más que un pretexto para atravesar una noche bebiendo. Eso de que el protagonista es una encarnación del mal como dice la contraportada de Anagrama, no sé a quién se le ocurrió, quizá a alguien que no leyó la novela, porque a pesar de que el personaje que narra la historia de su asesinato insiste en que es un ser despreciable. La verdad es que es una buena persona, muy agradable, por supuesto que dan ganas de invitarle una cerveza para que cuente sus aventuras. Si es una gran obra literaria se debe al eficaz retrato, que otros han llamado psicológico, pero que yo prefiero llamar retrato ruso del alma de los protagonistas. Un psicólogo jamás podría ver tantas sutilizas en el carácter como las que observaban los novelistas rusos. La diferencia ...

La dueña de una habitación

Como muchos hombres, soy misógino sin darme cuenta y bromeo para hacerme pasar por misógino inconsciente. He comprendido, no obstante, que mi sandez es meramente masculina y mi inteligencia, en cambio, es andrógina. Si conseguí entender esto fue gracias a la brillantez argumentativa de Virginia Woolf, en un ensayo magistral llamado: A Room of One’s Own , traducido por Borges como Un cuarto propio y publicado por la UNAM en una edición de bolsillo muy bonita. Lo mejor de los libros no es su exterior por supuesto. Cualquiera sabe que un libro vale por sus palabras. ¿En nuestra sociedad actual a las mujeres las juzgamos como a los libros, por sus palabras o por su apariencia? Creo que esa es nuestra intención y, sin embargo, no es fácil desligarse totalmente de la tradición machista, que durante muchas décadas o siglos ha tenido la sociedad para privilegiar a los varones y para tener bajo control a las mujeres, haciendo que ellas sean exterioridad, es decir, que se concentren en la apari...