Probablemente la última gran novela rusa no la escribió un ruso ni tampoco Gómez de la Serna, sino un judío nacido en Ucrania que escribió en alemán, Joseph Roth. La obra a la que me refiero es Confesión de un asesino . La novela en el fondo no es más que un pretexto para atravesar una noche bebiendo. Eso de que el protagonista es una encarnación del mal como dice la contraportada de Anagrama, no sé a quién se le ocurrió, quizá a alguien que no leyó la novela, porque a pesar de que el personaje que narra la historia de su asesinato insiste en que es un ser despreciable. La verdad es que es una buena persona, muy agradable, por supuesto que dan ganas de invitarle una cerveza para que cuente sus aventuras. Si es una gran obra literaria se debe al eficaz retrato, que otros han llamado psicológico, pero que yo prefiero llamar retrato ruso del alma de los protagonistas. Un psicólogo jamás podría ver tantas sutilizas en el carácter como las que observaban los novelistas rusos. La diferencia ...
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